La tribu Ari, con su rico patrimonio cultural y un fuerte sentido de comunidad, ha logrado preservar su forma de vida tradicional a pesar de la invasión de la modernización. Su población de casi 150.000 individuos se distribuye en un vasto territorio, que incluye tierras fértiles y hermosos paisajes. El límite norte del Parque Nacional Mago marca el comienzo de su territorio, donde conviven con diversa vida silvestre y maravillas naturales.
Jinka, la bulliciosa ciudad que sirve como capital del bajo valle del Omo, es un testimonio de la adaptabilidad y resistencia de la tribu Ari. Se ha convertido en un centro vital para el comercio y el comercio, que atrae a personas de las regiones vecinas. La presencia de un aeropuerto y una universidad resalta la importancia de la ciudad como centro de educación y transporte.
La agricultura de subsistencia es fundamental para el sustento del pueblo Ari. Cultivan hábilmente una variedad de cultivos, lo que garantiza un suministro de alimentos diverso y sostenible. Se cuidan cuidadosamente el sorgo, las hortalizas, el mijo, el tabaco y el algodón, que proporcionan sustento y materias primas para diversos fines. La experiencia de la tribu Ari en agricultura les ha ganado una reputación por sus prácticas agrícolas, y sus productos son muy buscados en los mercados locales.
La cría de animales es otro aspecto integral del modo de vida del pueblo Ari. Se enorgullecen de sus importantes rebaños de ganado, que incluyen vacas, cabras y ovejas. Estos animales no sólo proporcionan carne y productos lácteos sino que también sirven como una forma de riqueza.
Una de las contribuciones más notables de la tribu Ari a la región es su producción de miel exquisita. El pueblo Ari ha perfeccionado el arte de la apicultura, utilizando métodos tradicionales transmitidos de generación en generación. Su miel es reconocida por su calidad excepcional y sabor distintivo, lo que la convierte en un bien valioso para el comercio y una fuente de ingresos para la tribu.
Si bien el pueblo Ari ha adoptado ciertos aspectos de la cultura occidental, como adoptar vestimentas occidentales, ha logrado conservar sus costumbres y prácticas tradicionales. En el campo remoto, todavía se puede ver a las mujeres vistiendo faldas hechas con fibras del árbol de Enset, símbolo de su herencia cultural y su conexión con la tierra. Esta tradición sirve como recordatorio de las tradiciones profundamente arraigadas de la tribu Ari y su compromiso de preservar su identidad única.